La crisis climática nos presenta una nueva emoción: la ecoansiedad

En este episodio de #ElHiloVerde, hablamos sobre cómo el activismo y el ambientalismo pueden afectar nuestra salud mental y qué hacer para gestionarlo. Según la OMS, el 25% de la población mundial sufre algún tipo de trastorno mental, y uno de los fenómenos más recientes es la ecoansiedad: la preocupación crónica por el futuro del planeta. Entonces ¿cómo cuidar nuestra salud mental en medio de la crisis ambiental y social? Te damos tips claves.


La crisis climática nos presenta una nueva emoción: la ecoansiedad. Se trata de una respuesta emocional ante las crecientes amenazas ambientales que enfrentamos. Angustia emocional, ansiedad, depresión son algunos de los cuadros que pueden comprenderse dentro de la ecoansiedad, según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), presentado a mediados de 2022 en la Conferencia de Estocolmo+50, celebrada en la capital sueca.


¿Sabías que la crisis climática es el mayor desafío de nuestra era?

La ONU advierte que sus consecuencias atraviesan todos los aspectos de la civilización. Ya estamos viendo los efectos: sequías prolongadas, desastres naturales y el deterioro de los ecosistemas, lo que afecta la vida humana en todo el planeta. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el cambio climático es la mayor amenaza para la salud del siglo XXI. Las olas de calor extremo, la inseguridad alimentaria, y los desplazamientos forzados son solo algunas de las graves consecuencias que están afectando a millones de personas en todo el mundo.


La crisis climática nos presenta una nueva emoción: la ecoansiedad


Aunque el término «calentamiento global» fue popularizado en la década del 90, en 1856, la científica Eunice Foote ya advertía sobre la relación entre el dióxido de carbono y el aumento de la temperatura terrestre, un hallazgo que fue ignorado durante décadas, seguramente en gran parte por ser mujer.
En 1988, el científico James Hansen expuso ante el Senado de Estados Unidos una conclusión de sus estudios: el sistema de producción y consumo basado en la explotación de combustibles fósiles en el que se basan las actividades humanas estaba aumentando la temperatura. Con estas declaraciones exclusivas, Hansen se ganó la paternidad sobre el término “calentamiento global”, y fue tapa en The New York Times el 24 de junio de 1988, con el título: «El calentamiento global ha empezado, le dice experto al Senado».
Desde entonces, se produjo un cambio significativo en la percepción pública sobre el calentamiento global, que pasó a denominarse cambio climático, y los científicos advierten actualmente sobre la crisis climática y el colapso ecológico. Movimientos ambientalistas, acuerdos internacionales como el Acuerdo de París (2015) y la creciente presencia de narrativas climáticas en medios y redes sociales ponen el tema en el centro del debate global. Sin embargo, como lo demuestra la ecoansiedad, la creciente conciencia no siempre se traduce en un sentido de control o solución, sino más bien en una profunda preocupación por el futuro.


Narrativas distópicas y la urgencia de actuar


Las plataformas mediáticas, con su incesante flujo de noticias sobre desastres ambientales y falta de acción gubernamental, sin ir más lejos, el actual gobierno de Javier Milei niega el cambio climático, y alienta medidas de política estatal en desmedro de la sustentabilidad y el cuidado de la naturaleza, con el impacto en la salud. Todo esto, sin dudas, contribuye a la sensación de desbordamiento.


A menudo, estas narrativas distópicas alimentan la ecoansiedad, en lugar de fomentar la acción. En este sentido, resulta fundamental replantear el modo en que abordamos esta crisis, conectando la lucha contra el cambio climático con historias de resistencia, acción y solidaridad. La cuestión es: ¿cómo contamos esta historia? ¿Qué narrativas dominan y cómo influencian nuestra capacidad de actuar?


Transformar la ecoansiedad en acción


Si bien la ecoansiedad refleja una creciente angustia colectiva, también puede convertirse en un motor para el cambio. El reto es canalizar esta ansiedad hacia acciones concretas. Esto implica, entre otras cosas, participar en iniciativas locales, reducir la huella de carbono personal y abogar por prácticas sostenibles a nivel comunitario y global. Además, la conexión con la naturaleza, el apoyo social y el acceso a información equilibrada pueden ayudar a mitigar los efectos emocionales de la crisis.
En lugar de sucumbir a la parálisis, la ecoansiedad puede transformarse en «sensibilidad climática». Como bien señala la OMS, la crisis climática exige redefinir nuestro vínculo con la naturaleza y considerar nuestra relación con el planeta de manera integral.


¿Qué podemos hacer?

  • Consumo de información consciente: Infórmate de manera equilibrada, evitando la sobrecarga de noticias negativas.
  • Actuá en tu comunidad: Participá en proyectos locales, reducí tu huella de carbono y fomenta prácticas sostenibles.
  • Conectate con la naturaleza: Pasá más tiempo al aire libre para reducir el estrés y recordar la belleza que queremos proteger
  • Educación ambiental: es una clave para poder hacerle frente a esta crisis

La crisis climática nos presenta una nueva emoción: la ecoansiedad

Entradas recomendadas