Tokio 2020 dejó un legado importante más de la pandemia. El quiebre del tabú acerca de la salud mental en el deporte, el feminismo haciéndose presente más que nunca y atletas tansgénero con sus presentaciones históricas. Leé la nota para conocer qué nos dejaron estos Juegos Olímpicos.
El sofisticado pebetero de Tokio 2020 comienza a girar sobre sí mismo, cierra los pétalos desplegados durante 16 días y apaga el fuego originario de Grecia para cumplir con el ciclo más atípico de la era olímpica moderna. El puñado de atletas que aún quedan en tierras niponas aplaude desde el campo de un estadio vacío. Algunes filman con sus teléfonos y hacen muecas a las cámaras intentando conectar con un público invisible. Mientras les más afortunades exhiben con orgullo las medallas multicolores en sus pechos.
Tokio 2020 será recordado por ser los Juegos que casi no se hacen, con tribunas vacías, auspiciantes retirando el apoyo y el rating internacional por el subsuelo. Sin embargo, también hay un legado que dejan estos Juegos Olímpicos más allá de la pandemia: salud mental, feminismo y transgénero.
La importancia de la salud mental
Fue el tema central en la primera semana de competencia. Simone Biles, la máxima estrella de la gimnasia artística, se retiró durante las finales por equipos. En el salto de la primera rotación, Simone no cayó bien y se fue del gimnasio alimentando la sospecha de una lesión física. Las primeras versiones coquetearon con esta teoría, incluso apoyadas en el comunicado oficial de USA Gymnastics en Twitter.
Simone podría haber tomado el camino fácil: aducir una lesión muscular y retirarse de la competencia con una excusa válida para la audiencia de sillón. Sin embargo, la gimnasta de 24 años y multicampeona olímpica, enfrentó a los medios de comunicación luego de que sus compañeras lograran la medalla de plata y dejó en claro que su dificultad pasaba por lo mental.
“Siento el peso del mundo en mis hombros” y “deberíamos estar divirtiéndonos aquí y eso ya no pasa tanto” fueron dos sentencias crudas e imposibles de minimizar. La gimnasta reconoció también la inspiración de la tenista Naomi Osaka cuando semanas antes se retiró del Abierto de Francia por motivos similares. Tal vez sea el comienzo de un efecto dominó para que les atletas puedan pedir ayuda ante situaciones de estrés y presión por la competencia.
La salud mental carga con un gran estigma social en términos generales, pero más aún en el ámbito deportivo. La competitividad de los Juegos Olímpicos vive de la épica. Anhela la perfección, busca la superación constante, enaltece la fortaleza de carácter y premia la mentalidad ganadora. Cualquier grieta en esa estructura mental se señala despiadadamente como debilidad y fracaso. Ante ese panorama, no sorprende que expresar las dificultades para sentirse a la altura de la competencia sea un desafío casi inabarcable para les deportistas. La propia Biles declaró días más tarde la sorpresa que se llevó al regresar a la Villa Olímpica cuando colegas se acercaron para felicitarla y agradecerle por hablar abiertamente del tema.
No es la primera atleta en padecer las consecuencias psicológicas del alto rendimiento. Pero su peso en el círculo deportivo y el momento histórico que vivimos parecerían colaborar a que su mensaje sea recibido de otra manera. Cabe destacar también, que Simone Biles formó parte del grupo de gimnastas estadounidenses que fueron víctimas de abuso sexual por el Dr. Larry Nassar. Las denuncias se sucedieron luego de los Juegos Olímpicos de Rio 2016. Si bien Nassar ya fue procesado, la investigación sobre el encubrimiento de USA Gymnastics continúa en curso. Simone no descartó que en algún nivel inconsciente este tema también la esté afectando.
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Solo el tiempo dirá si hay un punto de quiebre en los mecanismos perversos de la competencia o si, una vez más, se barrerá debajo de la alfombra del silencio. Sin embargo, Simone Biles y Naomi Osaka se han animado a levantar una bandera que parecía demasiado pesada y lograron que el debate se instale en el ámbito público como nunca antes.
Los juegos de las mujeres: feminismo más presente que nunca
Las mujeres fueron más protagonistas que nunca en estos Juegos Olímpicos. Desde Naomi Osaka con el último relevo de antorcha en la ceremonia inaugural hasta los 15,67 metros de Yulimar Rojas en la final de salto triple o las 7 medallas de Emma McKeon en natación. Muchas hicieron historia para sus países, como Neisi Dajomes para Ecuador, Mariana Pajón para Colombia, Rebeca Andrade para Brasil o Hidilyn Díaz para Filipinas. Otras nos regalaron escenas para encuadrar. Como la clavadista china de 14 años Quan Hongchang que obtuvo un 10 perfecto en dos de sus cinco saltos desde la plataforma de 10 metros. O el puntazo en la final doble de bádminton donde la indonesia Greysia Polii salió a cambiar la raqueta en medio de la jugada y terminó ganando el oro contra la dupla favorita de China.
Una de las imágenes más viralizadas de estos Juegos Olímpicos fue cuando la corredora Sifan Hassan. Tras sufrir una caída en la última vuelta de los 1500 metros, logró recuperarse a tiempo y ganar la clasificación. En esa misma prueba y con muchísimos menos flashes, la uruguaya Maria Pía Fernández dio una clase de espíritu olímpico. Completó la carrera en una pierna por una lesión sufrida unos días antes. Contra todas las recomendaciones de su equipo, decidió correr para cumplir el sueño de ser olímpica y así emocionar a un país entero que la miraba por televisión.
La mayor visibilidad que tuvieron las actuaciones femeninas en estos Juegos Olímpicos no es casualidad. Fue parte de un compromiso asumido por el Comité Olímpico Internacional (COI) desde hace varios años. El pasado marzo, la comisión ejecutiva había anunciado un histórico 48,8% de atletas mujeres participando de Tokio 2020 y además obligaba a cada Comité Olímpico a enviar al menos un atleta hombre y una mujer por nación. En la ceremonia inaugural esta norma se hizo aún más visible cuando, por primera vez en la historia, desfilaron un abanderado hombre y una mujer al frente de cada delegación.
Aunque estas medidas puedan parecer adornos de lo políticamente correcto, no es más que una respuesta al empuje feminista internacional de los últimos años. Queda mucho camino por recorrer, pero el deporte olímpico mostró en Tokio 2020 no solo la cantidad de atletas mujeres en un enorme abanico de disciplinas sino también la capacidad de hacer historia con logros increíbles. Privilegio que hasta hace no tanto tiempo era patrimonio de los hombres “todopoderosos”. Terminada la era de Michael Phelps y Usain Bolt, las que tomaron la posta fueron las mujeres.
Histórica participación de atletas transgénero
Eventos como los Juegos Olímpicos amplifican transformaciones sociales de su tiempo y Tokio 2020 no fue la excepción. Además de apuntar al objetivo de paridad de género y duplicar la cantidad de competiciones mixtas con respecto a Río 2016, estos Juegos Olímpicos fueron los primeros en que participaron personas transgéneros.
Si bien en los papeles y bajo ciertas condiciones el COI permitía la clasificación de atletas transgénero desde Atenas 2004, esto no había sucedido hasta Tokio. Quinn, futbolista de la selección de Canadá, es la primera persona no binaria en participar de unos Juegos Olímpicos. Y además llevarse la medalla de oro.
Laurel Hubbard es una atleta neozelandesa que logró clasificar a Tokio en la disciplina de halterofilia. Aunque su transición transgénero fue en 2012, tuvo que enfrentar numerosas críticas que se oponían a su participación en la rama femenina de los presentes Juegos Olímpicos.
Si bien estamos ante un hito en la concepción del deporte olímpico, es un tema que está lejos de ser saldado. Desde 2015 ya no se exige la operación quirúrgica. Pero sí un tratamiento hormonal para disminuir los niveles de testosterona a 10 nanogramos por litro durante al menos 12 meses previos a la competencia. La ventaja deportiva es un concepto que se ha puesto sobre la mesa reiteradamente cuando se habla de inclusión transgénero. Pero la evidencia no es determinante.
Joanna Harper es una física de la Universidad de Loughborough, Inglaterra, ha dedicado su vida académica al estudio de las atletas transgénero. Además, estudió cómo los tratamientos hormonales afectan su rendimiento. Un estudio publicado en marzo de 2021, revela que, tras cuatro meses de tratamiento hormonal, las deportistas trans experimentan niveles de hemoglobina equivalentes a los de las mujeres cisgénero. Este es el componente sanguíneo responsable de llevar oxígeno a los músculos y vital en el rendimiento deportivo.
De todas maneras, hay otras variables complejas que requieren mayor investigación. Pero hay optimismo en encontrar respuestas para que las atletas trans puedan competir libremente en el máximo nivel.
Entre los avances científicos y las presiones hacia el COI para una mayor inclusión y diversidad en los Juegos Olímpicos, podemos confiar en que Paris 2024 cuente con mayor presencia de atletas transgénero no binaries. El camino no será fácil. Pero Tokio nos dejó un mojón histórico para seguir avanzando hacia un deporte que no excluya a nadie por ser quien es.