En Argentina, cada año se realizan entre 350.000 y 500.000 mil abortos clandestinos. Es decir, aproximadamente, 54 abortos por hora, 1.300 por día. Las cifras son estimativas, porque no hay un relevamiento oficial de esta problemática. Hoy, se obtuvo la media sanción en la Cámara de Diputados del proyecto que busca la interrupción voluntaria del embarazo en el país. El próximo 29 de diciembre será la cita en el Senado para saber, si esta vez, el proyecto será ley.
¿Qué hago ahora? ¿A dónde voy? ¿Qué se hace?
Esas tres preguntas pasaron por la cabeza de Victoria -pseudónimo para preservar su identidad- cuando el test de embarazo dio positivo.
Victoria tenía 21 años cuando se enteró de su embarazo, no deseado. Estaba en pareja hacía 3 años y su vida, atravesada por la violencia de Gastón, su novio, que ejercía en ella.
Los recuerdos de su relación con Gastón oscilan entre golpes, humillaciones, controles e innumerables perdones. La historia siempre era la misma: ella hacía algo, a él le molestaba. Los golpes venían acompañados con amenazas y un perdón recurrente que solía salir de la boca de Victoria.
—Siempre era así la relación, yo ya lo había naturalizado. Cuando ya tenía una mejilla roja, ponía la otra. Así todo el tiempo -me explica.
Victoria, en 2012, tomaba pastillas anticonceptivas para evitar un embarazo. Ella sabía que si algún día decidía ser madre, no iba a ser con Gastón. Cuando quedó embarazada, él le dijo que era decisión de ella. No porque respetaba su derecho a elegir, sino que él no iba a hacerse cargo de un tercer hijx.
—Él nunca se cuidaba pero yo sí – me cuenta mientras cocina y tomamos unos mates- Yo debía tener relaciones sexuales con él, porque si no se pudría todo -agrega.
Victoria acudió a una socorrista para interrumpir su embarazo – aún no existía la Red de Profesionales por el Derecho a Decidir que se gestó años después- y cuando se vieron, le entregó el OXAPROST. El procedimiento era vía oral y vaginal.
—Las pastillas las pagó él porque yo no tenía trabajo. Estimo que deben haber sido caras porque una vez mientras me pegaba, me echó en cara que gastó mucha plata en esas píldoras -remarca, dejando en claro que las mujeres y personas con capacidad de gestar, además de atravesar la situación de un aborto en clandestinidad, en ocasiones, deben lidiar con los problemas económicos.
Victoria tuvo que volver a encontrarse con la socorrista para que le de mas pastillas, porque no había funcionado con las primeras que usó. Ella se encerró en su pieza. Afuera, su familia hacía una vida normal. Sola, con el secreto de la clandestinidad, realizó por segunda vez el procedimiento.
Los dolores eran cada vez mas fuertes. Tuvo que acudir a un hospital porque casi no podía respirar. El miedo y la preocupación la invadían: por un lado, no sabía qué estaba pasando porque el dolor era desconocido. Por el otro, temía que alguien se diera cuenta que se había realizado un aborto.
En Argentina, la interrupción voluntaria del embarazo es considerada un delito. Solo se permite acceder a una interrupción de forma legal, por tres causales: si el embarazo es considerado un riesgo para la salud -se entiende como salud el bienestar físico, mental-emocional o social- de la mujer, si el embarazo representa un peligro para la vida de la mujer o si el embarazo es producto de una violación.
—Me dijeron que estaba teniendo un aborto espontáneo. Si se dieron cuenta o no, no lo sé. Sólo me dieron para tomar buscapina y me mandaron a mi casa. Durante la madrugada, sentí un dolor muy fuerte: había expulsado al feto-, me dice mientras ve como abro mis ojos impactada por su relato.
—¿Qué crees que hubiera pasado si el aborto en ese momento era legal? –pregunté.
—Me hubiese sentido acompañada, sin tanto miedo a morirme –exterioriza Victoria, con una mirada intensa que se esconde detrás de sus lentes- Con más seguridad y sin tanta soledad –reflexiona.
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Victoria hoy puede contar -y contarme- su propia historia. Victoria hoy, puede dejar en claro por qué lucha por un aborto legal, seguro y gratuito. Pero hay muchas mujeres y personas con capacidad de gestar, que no tienen la posibilidad de contar debido a la clandestinidad. Y muchas veces guardar un secreto que las carcome por dentro. Decidir sobre nuestros cuerpos, tener autonomía sobre ellos y poder expresarlo, es una deuda de la democracia.
La construcción histórica de la pelea por un derecho
En 2018, el Proyecto por la Legalización de la interrupción voluntaria del embarazo rompió las puertas del Congreso de La Nación e ingresó al recinto. El 14 de junio, se debatió en la Cámara Baja, donde luego de más de 24 horas de debate, obtuvo media sanción. En agosto, llegó al Senado de la Nación pero fue rechazado.
Este proyecto -que fue debatido hace casi dos años-, lo presentó la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Una campaña que nació el 28 de mayo de 2005 en Córdoba, integrada por más de 300 grupos, movimientos y espacios relacionados al feminismo, a los derechos humanos, derechos de las mujeres, entre otros.
La campaña cumple un nuevo aniversario pero la lucha viene desde antes. En el Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) realizado en Rosario, en el 2003, se constituyó una Asamblea por el Derecho al Aborto, la primera asamblea de esa índole en un ENM. Los pañuelos verdes, que hoy vemos en cada rincón, también aparecieron por primera vez ahí y la marcha de cierre -característica de cada encuentro- se realizo bajo la consigna “Por el derecho a decidir”.
En 2007, se presentó el primer proyecto de ley. “Un proyecto con mucha historia, peso jurídico y político”, así lo define Martha Rosenberg, pionera en esta lucha. Luego, se volvió a presentar siete veces más, pero se debatió por primera vez en 2018. Año crucial para el feminismo.
—En tantos años que presentamos el proyecto en el Poder Legislativo, nos comimos cualquier cantidad de amague. O no había quorum o los votos no eran suficientes, pero siempre algo pasaba. En 2018, producto de la presión popular y el crecimiento de los feminismos en adhesión, se da la posibilidad de que se debata en ambas cámaras – señala Yanina Waldhorn, integrante de la campaña desde sus inicios.
—Pero en el Senado, algunos dinosaurios no estuvieron a la altura de lo que el pueblo estaba demandando en la calle- agrega.
El Poder Ejecutivo y su voluntad política
En marzo, Alberto Fernández, Presidente de La Nación, anunció que iba a mandar al Congreso un proyecto de ley para legalizar la interrupción voluntaria del embarazo. Waldhorn, celebra la voluntad política de Fernández, pero ella junto a sus compañerxs, esperan que dicha iniciativa sea igual a la craneada por la campaña.
—Sabemos que va a ser ley, no hay chance de que no salga. Pero necesitamos que sea ya porque mientras tanto las pibas y personas con capacidad de gestar se siguen muriendo. Necesitamos que esa ley exista pero que sea ley nuestro proyecto que es el mejor, porque fue construido por el movimiento feminista, fruto de lo aprendido.
—¿Y cuando sea ley?, esa pregunta resona en mi mente.
—Cuando sea ley, celebraremos. Pero al día siguiente, hay que trabajar en un montón de tareas de implementación y su monitoreo. La tarea es larga. Hay un montón de gente que quiere gobernar sobre nuestros cuerpos, hace casi 100 años que tenemos la ley de Interrupción Legal del Embarazo y todavía hay dificultades en su implementación – me aclara Waldhorn.
Yanina se refiere a los antiderechos como bizarros. También, aclara que le genera odio que aún en 2020 sigan insistiendo con la idea de decidir sobre nuestros cuerpos y no respeten, nisiquiera, la ILE. Tal como pasó en Santiago del Estero, con María, una niña de 12 años a la que le negaron un aborto a pesar de que su embarazo estaba dentro de los causales por los cuales se puede abortar.
—Son bizarros. Pero no los subestimo – me aclara. -El problema no son los 15 varones con pañuelo celeste que nos dicen que no podemos decidir. El problema son los médicos que te obstaculizan una interrupción legal o les docentes que no dejan que otres docentes garanticen la Educación Sexual Integral. Los antiderechos están organizades en muchas partes del continente – sostiene de forma contundente.