La liberación de las tetas

CLARA E. MENGUAL

Escribo esto con mis tetas al aire.

Yo tengo los pechos pequeños, redondos, simétricos, y bien colocados. Me sale vello en los pezones -algo que antes me avergonzaba profundamente y ahora cada vez menos- pero me los quito.

No existe una diferencia escandalosamente evidente entre mis pechos, ni tampoco me incomoda su tamaño. Desde hace aproximadamente un año y medio no uso sujetador (corpiño), o lo utilizo en ocasiones muy especiales (cuando viajo a otros países que no sea España, o en situaciones más formales, por ejemplo), y normalmente suele ser un sujetador sin aros ni rellenos.

Desde que tengo uso de razón, hago topless en las playas de mi país y la primera vez fue porque mi madre me animó a ello.

—Pero quítate la parte de arriba ¿Por qué no te la quitas?

Sé que tuve la suerte que muchas de mis amigas no tienen: aún se avergüenzan a la hora de quitarse la parte de arriba del bañador.

Me pregunto, ¿cuántas mujeres seguimos sintiéndonos oprimidas, avergonzadas y acomplejadas en relación a nuestros pechos?

El reto de amarse completa, de aceptarse a una misma, forma parte de la historia de vida de cualquier mujer. En este proceso de aceptación – o rechazo- de nuestras cuerpas, el pecho femenino juega un papel clave, no sólo para nosotras mismas, sino en el seno de la sociedad.

Por eso, hace poco más de un año, inicié un proceso de deconstrucción de mis tetas, y lo que éstas representan. Para eso, también hice encuestas que me ayudaran a comprender la situación más allá de mi mirada y descubrí que más de un 70% de las encuestadas aseguran que les gustan sus pechos. Sin embargo, la mayoría cree que no cumplen con los cánones de belleza establecidos.

«Porque son demasiado grandes, o demasiado pequeñas, porque están caídas o muy separadas entre sí, porque son asimétricas o porque no están bien colocadas».

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La primera vez que me quité la parte de arriba de la bikini me sentí desnuda. Pero después fui sintiendo como un empoderamiento progresivo. Ahora creo que lo que más me gusta del verano es el poder sentir esa libertad al encontrar un espacio en el que puedo ser yo misma: la playa.

La mayoría de las mujeres asegura que hacer topless es una forma de liberación y conexión con ellas mismas.

«Por comodidad, por no tener marcas, por ponerme más morena, para terminar con la hipersexualización del cuerpo y del pecho femenino».

Las que tardaron en hacerlo alega que fue por «vergüenza de su desnudez”.

Lo que en España parece normal o una costumbre, en otros países todavía es ilegal, como Colombia, China o Brasil. En otros países europeos, como Francia, Reino Unido o Italia, el porcentaje de mujeres que hacen topless oscila entre un 15 y un 19%.

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El movimiento Free The Nipple significó un comienzo en la toma de conciencia de mi propio pecho. Durante el último año, se convirtió en una tendencia, seguida y reivindicada por muchas mujeres, y representada sobre todo en Instagram para denunciar la censura del pezón femenino.

Pero esta red social es solamente un reflejo de la sociedad en la que vivimos, que hipersexualiza el cuerpo femenino y lo censura cuando se muestra sin fines que no sean comerciales o capitalistas.

A esto se suma, la vida real: salir sin sujetador a la calle no es tarea fácil. Si se te marca un pezón puedes convertirte, en el blanco de risas, burlas o insultos. Ni que hablar de esas miradas que traspasan cualquier tela.

Cuando era pequeña, y me estaban creciendo los pechos, recuerdo que mis amigos se reían siempre que se me marcaban los pezones. Yo jamás entendí el pudor hasta ese momento, y hace poco me propuse terminar con él.

Es por esto que tomé la decisión de dejar de llevar sujetador. Y, poco a poco, he empezado a ver esta prenda como una forma más de opresión para mí.

Mi amiga Chiara me explicaba a modo anecdótico que, desde que tomó la decisión de dejar de llevar sujetador, había sido mucho más difícil hacerlo en España que en su país natal, Italia.

En su trabajo, sus compañeras le habían llegado a decir que “ellas jamás lo harían” y que les parecía vulgar que se le marcara el pezón.

Un dato que también me sorprende a la hora de realizar las encuestas, es la gran cantidad de mujeres que aseguran que sí llevan sujetador habitualmente. ¿Los motivos? Muy diversos: Por comodidad, por sujeción y por estética son las más comunes. Aunque, para mí, el motivo más sorprendente es el siguiente: “Para que no se me caigan las tetas”.

Nos han asegurado durante años que, si no nos ponemos sujetador, se nos caerán las tetas.

El problema, sin embargo, no es que el pecho se caiga. El problema es que nos hayan hecho creer que eso es malo. Pero eso, no es cierto.

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Hablando de creencias, hay tres situaciones clave en la vida de las mujeres a la hora de hablar de tetas:

las operaciones estéticas, la lactancia y el cáncer de mama.

1. Hay mujeres que no se sienten cómodas con sus pechos y optan por operarse, ya sea para hacerse un aumento o una reducción, para recolocar o igualar sus mamas o para hacerlas más simétricas. Hablé con dos mujeres, después de someterse a una operación de cirugía estética: Carla decidió operarse cuando cumplió la mayoría de edad, a sus 18 años. Llevaba tiempo queriendo hacerse un aumento de pecho y, a pesar de que no se arrepiente, ahora asegura que no lo volvería a hacer.

—Me gustan mis pechos, pero también me gustan mis pechos de antes. Ahora mis ojos pueden apreciar la belleza en los dos. Veo fotos y pienso… ¿Qué tenía en mi cabeza para repudiarlos?.

Según Carla, “la decisión es exclusivamente de la mujer, y esta puede ser una experiencia muy empoderadora. Cada una debe tener la completa libertad para hacer con su cuerpo lo que realmente quiera”. La pregunta es si esa libertad está condicionada por el sistema… Y esta es precisamente la filosofía que defiende Esther, quien se sometió, después de meditarlo mucho y hacer un gran trabajo de autoaceptación, a una mamoplastia. Ella asegura que “en una sociedad en la que hemos tenido siempre presente un tipo de ideal de belleza, es muy difícil deconstruirse de forma que llegues a aceptar tu cuerpo al 100%”.

2. Cuando le pregunto a un grupo de mujeres sobre sus experiencias con la lactancia, me escribe Lucía, madre de una niña de 2 años, y me explica lo doloroso que fue para ella.

—La mayoría de madres que conozco hablan de lo maravilloso que es el periodo de lactancia, pero no te comentan lo duro que es y cómo afecta a los pechos: en la forma, el dolor, e incluso cuando te salen estrías.

Anaïs, mamá de un niño de 9 meses, asegura que, a pesar de que ella optó por el biberón, y no por amamantar a su hijo, sus pechos se han visto igualmente resentidos.

Laura Montoya es una terapeuta argentina de energía femenina y asesora en lactancia, entre otras muchas cosas. Me ayudó a esclarecer muchas de las incógnitas de mi vida con respecto a mi menstruación y ahora me topo con su reflexión en Instagram sobre su experiencia dando de mamar a sus mellizos.

“Con la lactancia descubrí que mi cuerpo era para mí. Entiendo que esta frase puede resultar rara, pero en un mundo en el que nos dicen que nuestro cuerpo es para el hombre, para vender productos y para seducir; gracias a la lactancia descubrí que mis tetas eran para mis hijes y para mí, y eso fue una revolución. Fue y siempre será mi batalla ganada frente a mi poder, mi cuerpo despertando al placer de nutrirlos y nutrirme, frente al sistema, frente a un mundo que no tolera ver niñes mamando pegados al cuerpo materno.”

De hecho, el placer de amamantar puede llegar a límites desconocidos, y de los que no se habla. Muchas mujeres consiguen llegar a orgasmos durante la lactancia. Esto se debe a la liberación de oxitocina y prolactina, hormonas conocidas como“la hormona del placer y el éxtasis y la hormona de la maternidad.

Así, muchas mujeres sienten una especie de cosquilleo a la hora de amamantar a sus hijes, el cual puede desembocar en un placentero orgasmo.

3. A Idoia le detectaron cáncer hace poco más de un año y, desde el primer diagnóstico, le aseguraron que, muy probablemente, tendría que someterse a una mastectomía. Esta experiencia puede ser, y es, muy traumática para muchas mujeres. Sin embargo, la forma como Idoia la afrontó es, cuanto menos, sorprendente y ejemplar.

Actualmente, ella tiene un solo pecho y, por el momento, no tiene pensado reconstruirse el otro. Según ella, eso no la limita en nada. Sin embargo, explica que “hay mucha presión, desde los mismos hospitales, para que las mujeres nos sometamos a una reconstrucción después de la mastectomía”.

Existe una “feminización del cáncer de mama”, explicada por tres autores (Ana Porroche-Escudero, Gerard Coll Planas y Caterina Riba), en el libro Cicatrices (in)visibles. Perspectivas feministas sobre el cáncer de mama. Un libro que Idoia leyó durante y después de su enfermedad.

Según estos autores, existen diferentes elementos, utilizados en medios de comunicación, en las campañas publicitarias y de sensibilización, que atribuyen esta enfermedad a una serie de expectativas normativas de género. Por ejemplo, “la utilización del color rosa en todas las campañas como identificador de la lucha, conjura el imaginario y el discurso de la feminidad tradicional: inocencia, moralidad, cuidados, sensibilidad emocional, abnegación y la parte femenina de la heterosexualidad.”

De la misma manera, el color rosa también hace referencia a una sociedad que celebra los pechos de las mujeres como una representación de la feminidad, la maternidad y la sexualidad femenina. ¿Qué sucede, pues, cuando una mujer decide no hacerse una reconstrucción del pecho después de la extirpación de este?

—Para mucha gente, para la sociedad en general, una mujer tiene que tener dos tetas sí o sí. Y parece que no se puede entender que una mujer se pueda sentir a gusto con su cuerpo teniendo solo un pecho. Me costó aceptar la asimetría, por eso me llegué a plantear que me quitaran la otra. Porque yo en mi cabeza tenía que la belleza es simétrica. Lo estuve trabajando mucho. Me gusta mucho la fotografía y las fotografías que yo seguía solían ser muy simétricas. Empecé a deconstruirme en ese sentido, a mirar fotos de mujeres que se habían sometido a una mastectomía y empecé a verlo bonito -explica Idoia.

Sin embargo, cuando su médico decidió dejarle piel, por si acaso Idoia quería realizarse una reconstrucción futura, fue casi imposible hacerle entender que ella no tenía pensado reconstruirse el pecho.

—Ya me lo dirás en unos años -le dijo él. Algo que a Idoia le resultó tremendamente ofensivo.

—Sin conocerme de nada, tiró por tierra todo el trabajo previo que yo había hecho, infundándome tal vez una inseguridad que yo no tenía.

Ahora, relata todo este proceso en Tocate la tetas.

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En todo este recorrido personal y en esta profunda inquietud y necesidad de romper con toda opresión establecida en torno a mis pechos, conozco el “Proyecto Tetas”, y tengo la suerte de entrevistar a su autora, Berta García – Lacht.

Se trata de una exposición de sesenta pechos femeninos con el fin de “enseñar al mundo tetas reales y diversas, romper estereotipos, complejos, intentar ampliar patrones de lo que es bello y lo que no y luchar contra la hipersexualización y cosificación con la que vivimos las mujeres”.

Proyecto Tetas pretende terminar con la cosificación y la hipersexualización del cuerpo femenino. Mostrar cuerpos reales, diferentes, envejecidos y mutilados por el paso de los años y de las enfermedades. Con pelos, estrías y cicatrices, porque estas forman parte de la realidad.

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Bueno, hasta aquí llegó este recorrido. Quiero agradecer a todas las mujeres que rompen con toda forma establecida. También a las que aún no lo han conseguido, aunque lo hayan intentado. Gracias por participar del texto. Habéis sido un ejemplo para mí como mujer y ahora espero que lo seáis para muchas mujeres más

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