Por Tatiana Rojas
El campo empieza donde la ciudad termina. En el campo no se ven edificios, no se ven los trancones diarios, ni los alumbrados en la calle. Pero se ven las flores, el agua fresca, las cosechas.
Acá se escucha el cantar de los pájaros. Se huele el aire puro, mezclado con leña y papa recién sembrada: olor a tierra.
Acá es Boyacá, Colombia, uno de los departamentos al norte de Bogotá, con mayor producción del tubérculo en el país. La papa es un alimento de nuestra identidad, pero a decir verdad la gente no ha sido buena ‘papa’ con la papa. Preferimos productos internacionales y se nos olvida que los productos de nuestro campo, son y saben mejor.
Este producto de tierra fría para que sea de buena calidad tiene que ser sembrada a más de 2500 metros y a menos de 3000 metros. Y eso -la altura de las montañas- en Boyacá nos sobra. Como dice uno de los cantautores más representativos de mi tierra, Jorge Velosa, ‘Soy boyacense de pura raza, amo a mi tierra como a mi mama, siempre de abrigo llevo una ruana‘ y a esta le añadiría ‘tierra bella y papa sagrada’.
Cada clase de papa -Ica Huila (para hacer papas fritas), Betina (papa industrial que se utiliza en las procesadoras de papas margarita o papas frito lay) o Pastusa (para hacer caldos, almuerzos típicos por su sabor y la forma de cocción)- que llega a mi boca lo hace con un sabor que sabe a más: a manos callosas, amplias, nobles y fuertes porque sé qué viene de lo más profundo de mis raíces campesinas.
Desde que tengo memoria, ‘He echado papita’. En mi casa puede faltar cualquier alimento, menos la papa. Jamás hemos ido a un supermercado a comprar papa, porque siempre llega a mi mesa recién salida de la tierra. Mi comida favorita es la papa a la francesa: papa Ica Huila frita.
En la tierra de la papa, el tetero (biberón) no es de leche, sino de cerveza. El saludo es caluroso, humilde. Nos damos abrazos y todo. Al amigo le decimos ‘paisano’. Crecí viendo a mi padre, un obrero que ahora siembra papa, sudar para darnos de comer no sólo a mí, sino a todo un país .
El tiempo para que la papa llegue a mi mesa y a la de todos los colombianos es aproximadamente de seis meses. Empieza con la siembra. Primero se necesita arreglar la tierra con la maquinaria agrícola – el tractor- que con el arado revuelve la tierra quedando una especie de lomadas. Después de ocho a diez obreros, inician el riego de la semilla que ya se encuentra perfectamente seleccionada y tallada. A los diez días, viene el período de regar el abono o fertilizante para que le den la fuerza para el crecimiento de la mata, el brote.
-Acá se juega con el tiempo –suele decir mi padre.
Cuando llueve, la germinación del tallo sale a los treinta días. Su color es verde enérgico. Luego se suelen aplicar insecticidas para combatir los insectos y larvas que inician a atacar el tallo que brota de la tierra.
A los veinte días, se da la fase de atierrar, que consiste en que los mismos obreros con el azadón –una herramienta parecida a un rastrillo– le aplican a la planta más tierra. En estos días, el brote es de color verde y tiene una altura de 20 a 25 cm de alto. Dos meses después, se presenta la fase de florescencia que es cuando se comienza a abrir la flor y paralelamente se muestra que ya se está produciendo el grano, tiempo durante el cual se sigue fumigando.
Al mes, llegó el cambio de color de la rama: toma un color amarillento fuerte y se conoce como la fase de maduración del grano. A los cuarenta y cinco días, los obreros empiezan por cada surco a cortar con el machete la rama. A los veinte días, llegó la felicidad tan esperada ¡La sacanza de la papa!
El día del proceso de la sacanza lo llevan adelante de diez a dieciocho obreros, entre ellos hay niños que sueñan con ser agricultores, igual que su papá, y mujeres que se dedican a esta labor porque evaden el estudio. Ellas nacieron en el campo, viven en el campo y morirán en el campo, sembrando papa. Felices.
Ese día se escucha el sonido del choque de los vasos de guarapo festejando por la labor cumplida. Cada obrero saca las papas de la tierra. Como pepitas de oro, las seleccionan por tamaños y las depositan en costales (sacos grandes de tela resistente y ordinaria que sirve para transportar grano, semillas). Cada obrero con una cabuya – cuerda- cose los bultos para que la papa no se caiga y la van pesando con una romana manual. Y ahí se ve el peso que equipara el bulto.
Los papi… Papicultores de mi tierra bella son bravos para trabajar, con su ruana echada al hombro, sus cachetes colorados y labios cortejados por el frío. Reconozco el orgullo de mi campo en el que he nacido. Con cada sueño y anhelo viene la tristeza de los precios. La papa no se vende a un precio favorable. Este es uno de los principales problemas que afecta el agro colombiano. A los papicultores no se les da garantías económicas por su trabajo. La sacan y deben venderla a un precio menor que el de la producción. Tienen más perdidas que ganancias.
Por eso, los campesinos en diversas regiones del país realizan paros que paralizan la entrada y salida de alimentos. Han durado días y hasta semanas. Pero si hay algo seguro, es que acá en Boyacá ya no comemos cuento del gobierno, comemos papa.