La historia del doble argentino de Luis Miguel que lo habría reemplazado en un show

¿Es el verdadero Luis Miguel el que hace sold out en los Movistar Arena? ¿Qué le pasó a Luis Miguel? ¿Está más joven? Desde el 3 de agosto que dio su primer show en Argentina que las preguntas no paran. Aquí la historia de Andres Rey, uno de los dobles más populares en Argentina.


Hay dos versiones de esta historia, y la primera dice así.

Andrés Rey sustituyó a Luis Miguel en uno de sus conciertos en Argentina. El sábado 13 de noviembre de 2010 el músico daría su primer show en San Luis, provincia argentina, pero algo salió mal y el doble argentino cantó en su lugar durante tres cuartos de hora.

—Falló el sonido y Luis Miguel salió del escenario con un ataque de nervios –dice Jaime Kass, el representante de Andrés Rey para Latinoamérica, un año después en su oficina del barrio porteño de Once.

—Bajó furioso y se fue con dos guardaespaldas para el hotel y no volvió más –contará el doble días después, mientras conduce rumbo a una de sus presentaciones.

Los productores del concierto, dice esta primera versión, estaban desesperados. Les había costado unos 700 mil dólares y Luis Miguel había cantado durante poco más de media hora. Afuera, unas 18 mil personas esperaban que volviera al escenario. Era demasiado tarde para suspender el recital. Pero el cantante ya se había ido y no pensaba regresar. Entonces, uno de ellos vio a Andrés Rey: un hombre igual. La misma mirada, los mismos dientes, los mismos gestos, el mismo bronceado excesivo.

Andrés Urrustarazu, el verdadero nombre del doble argentino, había llegado con el equipo de seguridad de Luis Miguel. Lo habían contratado para despistar a la prensa y las fanáticas, como cada vez que el cantante visitaba el país. Pero aquella noche, un productor desesperado lo vio como a un salvador.

—¿Te animas a salir a cerrar el show? –dice Urrustarazu que le preguntó.

Y él aceptó sin pensar. Sin embargo, conforme avanzaba hacia el escenario, empezó a sentir miedo. Terror. Le daba pánico cantar mal y que lo descubrieran. Pero ya no se podía arrepentir. Cerraba los ojos y veía al “Sol de México” arriba del escenario, las mismas imágenes que había estudiado tantas veces para imitarlo.

Afuera, en las últimas filas del estadio provincial Juan Gilbeto Funes, muy lejos del escenario, estaban los periodistas.

—Algo raro pasaba –cuenta uno de ellos–. Habían regalado más de 1500 entradas porque no se habían vendido todas las localidades y a último momento abrieron las puertas del estadio para que la gente entrara gratis, pero a nosotros nos mandaron al fondo.

Los camarógrafos solo pudieron filmar la apertura del show. Cuando empezaron los desperfectos técnicos los empleados de seguridad les pidieron que dejaran de grabar y los sacaron del sector preferencial.

—Tengo que hacer movimientos cortos para mimetizarme –se dijo Urrustarazu antes de subir–. Tengo que ser Luis Miguel.

Eso –dice– es lo último que pensó antes de salir a escena y empezar con Ahora te puedes marchar.

—Los que estábamos adelante nos dimos cuenta enseguida que ése no era Luis Miguel –dice Cecilia Romero Castro, una de las pocas periodistas que logró quedarse en la zona VIP.

Urrustarazu cantaba sobre una pista de sonido grabada por el “Sol de México” con los coros, y solo veía las tres primeras filas de butacas. Más allá, las luces lo enceguecían. Se tenía que concentrar. Movimientos cortos. Esa era la clave. 

Sólo y triste bajo el sol
En la playa busco amor
Debe haber un lugar para mí
Gentes vienen, gentes van
Olas, agua, luz, y sal

Con La chica del bikini azul ya estaba relajado.

O al menos eso dice la primera versión.

La segunda, en cambio, es bastante más sintética: la da el Fénix Entertainment Group, la empresa que trajo a Luis Miguel a la Argentina, y dice: todo lo anterior es falso.

***

La historia del doble argentino de Luis Miguel

—Todavía no puedo creerlo -dice Andrés Urrustarazu un año después del recital en San Luis, mientras descansa al final de un show en una fiesta privada. Luego se acomoda la solapa del esmoquin y dice otras cosas: que lo había reemplazado en muchas escapadas, saludando a las fanáticas desde una ventana del hotel, posando a lo lejos para la prensa. Que no era la primera vez que un doble hacía ese trabajo para un cantante. Y que la diferencia entre él y el resto de los dobles es justamente eso: lo principal.

—Yo fui Luis Miguel arriba del escenario.

Eso dice.

Desde que el rumor del reemplazo se expandió, tiene más trabajo que nunca

Andrés Rey es el doble argentino que canta en los desfiles de moda de Punta del Este, el que compartió escenario con Cristian Castro, el imitador que empezó a trabajar para el cantante como la carnada que todos seguían. El mismo hombre que –asegura– el 13 de noviembre de 2010 se transformó en Luis Miguel. Y hoy ya no parece querer otra vida.

***

Para Urrustarazu todo empezó en Mar del Plata, el destino turístico más famoso de la costa argentina. Era enero de 1997, tenía 25 años y había ido a veranear con sus padres y sus dos hermanos a la casa de un tío.

—Una tarde estaba en el hall del edificio con mi mamá y nos cruzamos con Polo Martínez. Cuando me vio me dijo “Sos igual a Luismi” y me dio una tarjeta para que lo llamará –recuerda.

De la mano de ese viejo amigo del “Sol de México”, logró entrar al círculo del cantante. —Pero el que dio el aval fue Luis Miguel. Estábamos en la suite presidencial del hotel Hyatt y cuando me vio, les dijo ‘Hagan lo que ustedes quieran, es su decisión. No mía’ -cuenta, imitando la voz.

Luego de ese encuentro, salió de gira con el cantante por Argentina, Paraguay, Uruguay y Chile. 

—De golpe estaba en un carro que nunca me había imaginado, ganando un dinero que nunca pensé -explica y sonríe de nuevo con esos dientes blancos igualitos a los de Luismi- Pero a los tres meses se cortó la gira y quedé en stand by porque no tenía un contrato como doble.

¿Qué podía hacer ahora?¿Seguir estudiando ingeniería? ¿Buscar otro trabajo? No le convencía. Se había acostumbrado a un ritmo de vida (a las limusinas, fiestas) que no podría sostener con un sueldo promedio. 

—Entonces, apareció la idea de ofrecer un show para un público selecto y lo empecé a hacer. Al principio era un playback pero seguí estudiando y, de a poco, me fui acercando a la voz de Luis Miguel y hoy lo hago muy bien.

Así, Urrustarazu se transformó en Rey. Andrés Rey. Empezó con un show sencillo en las sierras cordobesas. De ahí a los casinos, fiestas, publicidades. De ahí a Miami. Y de ahí a un concurso de imitadores en el programa de Don Francisco (Chile), donde fue elegido como el Mejor Doble de Artista Latino Internacional. 

—Para ser un número uno te la tenés que creer. Los otros –dobles- harán su trabajo, pero por algo soy el único que trabajó para Luis Miguel.

***

Presenciar el backstage de un show de Andrés Rey puede ser complicado. Una de sus asistentes, llega con una hora de retraso al hotel Four Seasons, donde semanas atrás el doble se movía a sus anchas. Desde ahí conduce hacia el extremo opuesto de la ciudad. Es una noche calurosa de fines de noviembre y ella avanza por calles oscuras.

—Ya estamos llegando –le avisa al doble por teléfono.

Minutos después, en una esquina, se encienden las luces de un Volvo. Dentro está Urrustarazu. Viste camisa blanca y corbata negra con lunares. Tiene el esmoquin, impecable, colgado en el respaldo de su asiento. Ahora es él quien conduce rumbo a Pilar. Allí, en un matrimonio, dará el show de la noche.

Parece de buen humor.

El doble de Luis Miguel

—¿Por qué haces esto?

—Bueno, me conviene ser Luis Miguel y lo hago bien. Eso está claro en los resultados. Y los beneficios que tiene el personaje los disfruto.

Poco después, ya frente al local, se pone el esmoquin y camina hacia la entrada, seguido por su asistente. Desde allí, un organizador los conduce por el jardín, más cercano a la fiesta. Espera escondido detrás de una pared, micrófono en mano, el momento en que todo esté listo. Y entonces, cuando entra a la fiesta, los invitados dejan los postres, intactos, a un lado.

—¿Te pusieron mariachis? –le preguntaba por teléfono, semanas atrás, el representante mientras Urrustarazu se preparaba para dar un show en Uruguay.

—…

—¿Cómo que no te pusieron mariachis? Pedilos. No podes cantar delante de dos mil personas sin los mariachis. Haceme caso: pedilos –se escuchó entonces desde la habitación contigua a la oficina del representante.

Esta noche tampoco hay mariachis. Andrés Rey canta sobre una pista de sonido grabada por él. Solo, frente a unas 150 personas, que lo miran intrigadas. No es un espectáculo como el de Ecuador, donde compartió escenario con Cristian Castro. Tampoco como el concierto donde –dice– ocupó el lugar de Luis Miguel.

Este es el trabajo que hace cada fin de semana. Y, aquí, los invitados parecen jurados de un concurso de talentos. Sin embargo, mientras Urrustarazu hace suyos los movimientos del cantante, los conquista de a poco. Ahora, por ejemplo, ya nadie está sentado con la mirada escéptica del inicio. Cantan con él, le sacan fotos y, algunos, hasta lo abrazan. Entonces, cuando olvidaron los formalismos y se sacuden, torpes, al ritmo de éxitos de los 90; Andrés Rey se escabulle por un pasillo que da a la cocina. Y nadie nota la diferencia.

Fotos: https://www.dobledeluismi.com/


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