Por Victoria Alarcón
Se sentía ridícula con esa camisa, pero era lo más formal que tenía en el placard. Eran cuatro los que realizaban la entrevista, uno de ellos, el Gerente. Lo sabía porque había leído su cargo en el prendedor que llevaba en el pecho.
La puerta se abrió y los cuatro hombres vestidos de traje se fueron.
— ¿Flavia?- preguntó una chica joven asomada desde la misma puerta.
Ella se levantó del cómodo sillón e ingresó a la oficina.
—Soy Ruth de Recursos Humanos. La verdad es que tenés el perfil que estamos buscando, pero el Gerente de la compañía entrevistó y eligió al candidato anterior.
— ¿Por qué? Soy Técnica en Industrias Agroalimentarias y tengo experiencia en el área.
— Lo sé. Ambos cumplen con los requisitos.
— ¿Entonces?
— Él es hombre
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General Las Heras está situado al noreste de la provincia de Buenos Aires, a la vera de la Ruta Provincial 40, a 67 km de la Ciudad de Buenos Aires. El centro de la ciudad tiene cientos de árboles y 14.889 habitantes. Según el último censo, somos más: 7.614 mujeres y 7.275 varones.
Sin embargo, su población creció considerablemente a causa de la llegada de muchos porteños en busca de más tranquilidad. Hoy se habla de más de 17.000 habitantes, pero no hay números oficiales.
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Seis años me había pasado en la universidad estudiando comunicación (y aún me restan materias). Seis años de madrugones y viajes interminables para terminar en este sillón en busca de un empleo relacionado a la administración.
— Hola Victoria. ¿Cómo estás? Sentate- me dijo la mujer de Recursos Humanos.
Me conocía por mi trabajo informal en el único periódico del pueblo que me había convertido rápidamente en “la chica del diario”. Algunos hasta recordaban mi nombre, pese a que no firmo mis notas. Ni figuro en el staff.
—Contame ¿por qué te interesa trabajar con nosotros?
—Quiero una estabilidad económica: un trabajo en blanco, un buen salario y un horario de entrada y otro de salida.
— Bien Victoria, te hago unas preguntas de rutina y listo:
— ¿Estas en pareja?
— Sí.
— ¿Hace cuánto?
— 7 años.
— ¿Tenés planes de tener hijos?
— No.
— ¿Tomás pastillas anticonceptivas?
— Si- contesté con aparente serenidad pero por dentro estaba gritando de bronca frente a estas preguntas.
— Bueno Victoria. En estos días te llamamos.
Al día siguiente, la llamaron a ella y otro candidato. Ambos hicieron el psicotécnico y una práctica en Excel. A ella no la volvieron a llamar.
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Lejos estamos de la situación ideal. La brecha salarial en Argentina entre hombres y mujeres recién se saldará en 88 años. Sin embargo, aquí la desigualdad es aún peor. Si seguimos así, ni en mil años vamos a tener las mismas condiciones. Las Heras es como un repelente para las mujeres profesionales. No hay lugar para ellas. Si quieren progresar, deben huir.
Igual, no todas se van. Las que se quedan resignan sus años de estudio y sus títulos universitarios para trabajar de lo primero que salga. Hay psicopedagogas, atendiendo tiendas de ropa; trabajadoras sociales, repartiendo golosinas en kioscos; maestras jardineras, sirviendo mesas en los restaurantes y diseñadoras de indumentaria, al frente de bares.
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—En la heladera, tenés las verduras y las carnes. Los aderezos y demás condimentos están en ese estante- detalla el dueño de un conocido restaurante de General Las Heras.
— Lo importante es que los platos salgan rápido y bien. Ya te vas a acostumbrar. Tenés que venir de 11 a 17 y de 19 a 2,30 de la madrugada. Y el pago son $60 el día ¿Alguna pregunta?
— Sí. ¿Hay posibilidades concretas de estar en blanco? Tengo cinco hijos y necesito la obra social.
—No, ¿Aceptas o no?
Respiró profundo. Sintió otra vez deseos de gritar, pero realmente necesitaba el trabajo y la plata.
— ¿Cuándo empiezo?
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Como es un área rural, para disminuir las tasas de desempleo, hace tiempo que se impulsó la radicación de industrias con una fuerte política de beneficios impositivos y la condición de que las compañías contraten personal de la zona.
Pero nada se dice de las mujeres. Una de las empresas de lácteos más importantes cuenta con 1.500 empleados de la zona, pero sólo tres son mujeres: dos se desarrollan en el área de limpieza y una en administración.
Los hombres no profesionales, que representan un porcentaje mayoritario de la población, cuentan con una veintena de fábricas para desarrollarse y, aunque muchos desempeñan la misma función por 40 años, los emplean en blanco y con buenos salarios.
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Dos semanas después, me encontraba luchando con un destapador y una botella de vino en el restaurante donde había conseguido empleo como moza.
— Vi, tenés mesa- me avisó mi compañera que venía haciendo malabares con una bandeja.
Dejé de intentar abrir el vino y fui a agarrar dos cartas para la pareja que estaba en la mesa 5.
Mientras me acercaba, me llamó la atención la mujer. Su cara me parecía familiar: era quien me había entrevistado para el puesto administrativo.
Les dejé las cartas y continué atendiendo. La mesa 8 se había ocupado por dos integrantes del gabinete municipal. Les solté el mismo discurso, hasta que uno de los comensales me interrumpió:
— Vos sos multifacética. No solo me entrevistas y escribís, sino que también me das de comer.
— Hay que sobrevivir- le respondí.