El dolor es como el amor. Te carcome el cuerpo.
Para ella, mi dentista, es una simple ecuación: amor + dolor = pasión.
—Esta es la parte que más me gusta –me dice, mientras agarra una pinza metálica.
Casi balcuceando, tratando de que la escena de la pinza dentro de la boca abierta aún conserve algo de glamour, le pregunto ¿Deverdadmestásdiciendo?
—Sí, es mi pasión. Las cirugías son mi pasión.
Siempre me dio tranquilidad eso de que a alguien le apasione lo que otros odian con fuerza: creo que es algo grandioso -y peligroso- del ser humano, sino, por ejemplo, nunca nadie jamás podría sacarnos una muela de juicio.
La pinza genera sonidos de lo más extraños. Esto parece un taller mecánico. Y los movimientos que hace son en redondo, arriba y abajo; redondo, arriba y abajo. La coreografía de un sacacorchos en su lucha con la botella.
La mandíbula es el único hueso que está separado de nuestro cuerpo, me cuenta cual locutora de NatGeo, al pedirme que la sostenga con fuerza, mientras ella hace presión hacia abajo.
Logrado el cometido, la partera dental levanta -con orgullo- la muela hacia el cielo.
—Hacía rato que no veía una pieza de tres raíces -me dice.
Luego de la sorpresa, cual souvenir, mete la muela en una bolsita transparente. Al agarrarla, me contagia algo de su honra. Debe ser porque aún no sé que en vez de billetes debajo de la almohada, se vendrán noches oscuras y de dolor… esas que te hacen valorar más el amor..