El 26 de julio de 1942, Roberto Arlt dejó este mundo, pero su presencia en la literatura argentina permanece tan viva como el primer día. En el aniversario 82 de su muerte, recordamos al escritor que desafió las convenciones de su época y cuya obra sigue resonando con fuerza en la actualidad.
Roberto Arlt (1900-1942) murió a los 42 años, en una noche fría de invierno en Buenos Aires, de un paro cardíaco en su casa, después de estar en el Teatro del Pueblo, sin imaginar que volvería en la mañana siguiente en un ataúd, como supo relatar Ricardo Piglia a partir de las fotografías del velatorio que le mostrara Juan Carlos Martini Real. El diario El Mundo, en su edición del 27 de julio de 1942, lo despedía como “nuestro hermano, periodista, cronista, escritor, otra vez asomándonos a la última Aguafuerte, la última crónica, la necrológica interminable”.
Orígenes, juventud y La Modernidad
En un mundo en constante cambio y convulsión, con un nombre que acentuó su extranjería, Roberto Emilio Godofredo Arlt nació el 26 de abril en el año cero del siglo XX. Llegó a los brazos de una familia de inmigrantes europeos exóticos, Karl Arlt del Reino de Prusia y Ekatherine Lostraibitzer del Imperio Austrohúngaro.
A los 16 años, dejó su hogar y comenzó a forjar su carrera en el periodismo y la escritura sin haber terminado la escuela secundaria. Desde temprana edad, Arlt exploró diversas ocupaciones, desde pintor de brocha gorda hasta aprendiz de hojalatero, antes de encontrar su verdadera vocación.
Un estilo literario único
Su aprendizaje más profundo lo adquirió en las calles del barrio de Flores y en bibliotecas populares, donde leyó vorazmente folletines y literatura marginal. Arlt utilizaba un lenguaje coloquial, con expresiones del lunfardo y un estilo directo que rompía con las convenciones literarias de su época. Este lenguaje reflejaba la vida en los márgenes de la sociedad y capturaba la esencia de los sectores populares. Su estilo, a menudo descrito como desprolijo, era una elección consciente que buscaba romper con el “buen hacer” literario de la época.
Influencia y legado
Años después de su muerte, Arlt encontró nuevos defensores en la crítica literaria, como los hermanos Ismael y David Viñas, Oscar Masotta y Ricardo Piglia, quienes ayudaron a revalorizar su obra. Piglia, en particular, jugó un papel crucial en la relectura y apreciación de Arlt, destacando su capacidad para capturar la esencia de su tiempo.
El sufrimiento humano y la crítica social son elementos centrales en la obra de Arlt. Sylvia Saítta y Luis Alberto Romero destacan que Arlt se interesa por el sufrimiento humano y utiliza la ironía para suavizar su dura crítica. Su literatura no se limita a narrar; busca explorar y entender las profundidades de la condición humana, entrelazando ficción y realidad de manera única.
La vigencia de Arlt radica en su habilidad para plantear preguntas y conflictos que siguen siendo relevantes hoy en día. Sus obras cuestionan las relaciones entre el Estado y la sociedad civil, las dinámicas de clase, y las respuestas ante crisis políticas y sociales. Esta capacidad de abordar temas universales y atemporales asegura que Arlt continúe siendo una figura central en la literatura argentina.
Para seguir leyendo a Roberto Arlt
Primeras Obras
A sus 16 años escribió su primer cuento, «Jehová», pero fue con «El juguete rabioso» (1926) que se consolidó como escritor. Dedicada a Ricardo Güiraldes, esta novela trata sobre un adolescente que lucha por encontrar su camino en la vida, volviéndose delincuente para salir de la pobreza y traicionando a un amigo.
Marginalidad y exclusión social
En novelas como «Los siete locos» (1929) y su continuación en «Los lanzallamas» (1930), Arlt explora la vida de personajes marginados y desilusionados, reflejando la realidad de los sectores más empobrecidos y excluidos de la sociedad, donde abordó temas de locura y anarquía y la forma de sobrevivir en los márgenes sociales.
Amor y pasiones
En «El amor brujo» (1932), Arlt presenta una historia de pasiones desbordantes y destinos entrelazados. «El jorobadito» (1933) es una colección de cuentos que desentraña las peculiaridades de la condición humana con humor y crítica social. En el retrato de personajes excéntricos y situaciones extremas, aparece la habilidad de Arlt para capturar la esencia humana en sus momentos más oscuros.
Periodismo y Las Aguafuertes porteñas
Se destacó en el periodismo con su columna «Las aguafuertes porteñas» en el diario El Mundo, donde comenzó a escribir en 1928. Arlt inventó un nuevo género periodístico con sus aguafuertes, una mezcla de crónica, ensayo y fresco social. A diferencia de otros periodistas de su época, incorporó su subjetividad y opinión en sus escritos. Esta forma de escritura le permitió capturar la esencia de Buenos Aires y su gente, abordar temas sociales y políticos de Argentina y el mundo. Estas aguafuertes fueron producto de sus viajes a Uruguay, Brasil, España, Marruecos y Chile.
Obras de Teatro
El teatro también formó parte de su trayectoria. Arlt escribió y estrenó varias obras, como «La isla desierta» (1937), “África” (1938) y «El desierto entra en la ciudad» (1940), explorando nuevos territorios y estilos en el escenario.
«La isla desierta» se transformó en un clásico del teatro. Los oficinistas, cansados de la rutina, sueñan con un escape a una isla desierta para liberarse de sus penurias. La temática central es la de «los sueños desatados», reflejando una búsqueda desesperada de libertad frente a un entorno opresor que ahoga la individualidad.
El legado de Roberto Arlt se mantiene vibrante y provocador, desafiante y profundamente original. Sus obras no solo ofrecen una mirada incisiva de su tiempo, sino que continúan interrogando y resonando en el presente, reafirmando su lugar como uno de los grandes escritores de la literatura argentina y mundial.