Irinea Buendía, abriendo camino a la justicia en México

El 28 de junio de 2010 le arrebataron la vida a Mariana Lima Buendía, desde entonces la vida de su madre, Irinea Buendía, tomó un rumbo inesperado y doloroso que la convirtió en defensora de los derechos de las mujeres y las niñas en México. Sin embargo desde su juventud soñaba con ser profesora, algo que hasta el momento no pudo concretar por luchar por y para todas.


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Texto: Mariana Mora

Irinea Buendía piensa que si no hubieran asesinado a su hija, ella nunca se hubiera convertido en defensora de los derechos de las mujeres y niñas. Tal vez hubiera sido profesora, como soñaba en su juventud. Quizá habría continuado una vida tranquila trabajando en su tienda de abarrotes, donde vendía alimentos y bebidas. Pero el 28 de junio de 2010 le arrebataron a Mariana —su hija de 29 años— y, desde entonces, su vida tomó un rumbo inesperado y doloroso, que la convirtió en activista.

En unos meses, Irinea cumplirá 70 años. Quedan pocos tonos grises en su cabello blanco y rizado, el único indicio de que lleva bastante vida encima. Su piel, morena y brillante, no revela el paso del tiempo, solo un leve surco se asoma en su ceño recio, directo, lleno de dignidad. Habla con soltura y firmeza, sabe de leyes y de dolores. Conoce su historia, lleva diez años contándola.

Irinea Buendia
Imagen de portada: Rocío Rojas (Perú).

Irinea: de potencial profesora a defensora de los derechos de las mujeres

Irinea nació en un pequeño pueblo llamado Tenextepango, en el estado de Morelos, en el centro de México. Su infancia estuvo ambientada en la tranquilidad de la provincia a mediados del siglo pasado, cuando salir a jugar sin miedo era cotidiano. Los días terminaban con las historias de su abuelo materno, que había peleado en la Revolución junto al líder de la resistencia campesina, Emiliano Zapata. En esas anécdotas, Irinea conoció la lucha por la justicia. 

Al terminar la secundaria, se fue a Cuernavaca —la capital del estado— para estudiar en la escuela normal y formarse como profesora de educación básica, pero no pudo terminar la carrera técnica porque su hermana enfermó y ella decidió regresar a apoyar a su mamá con los cuidados. La familia se trasladó al Estado de México para que la hermana fuera atendida en un hospital. Llegaron a Nezahualcóyotl, una ciudad al oriente del estado, donde viven más de 1 millón 77 mil personas en 64 kilómetros cuadrados. 

Sobre sus calles —cuadrículas rectísimas— se aglutinan miles de casas que albergan, sobre todo, a personas que trabajan a 20 kilómetros de ahí, en la Ciudad de México. Nezahualcóyotl es una ciudad dormitorio —es decir, sus habitantes viven y comen en ella, aunque trabajan en otra—, y la urbe con mayor densidad de población del país. Ahí se estableció Irinea y, con el tiempo, formó su propia familia. 

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El peligro de ser mujer en México

El Estado de México —un tejido de volcanes y valles superpoblados— es una de las entidades más peligrosas para ser mujer. Desde 2015 hasta 2021, se han registrado 584 feminicidios en la entidad, el 12.69% del total a nivel nacional. En 2015, tras cinco años de litigio y exigencias de organizaciones sociales, se declaró la Alerta de Violencia de Género en 11 municipios del estado.

Este mecanismo de acción gubernamental tiene como fin erradicar la violencia feminicida en un territorio determinado. Sin embargo, solamente ha aumentado. En 2020, el Estado de México fue la entidad con más feminicidios del país, con 150, el 15.97% del total. En enero de este año, volvió a encabezar la lista con 12 feminicidios, el 17.9% de todos los registrados en México ese mes. La familia de Irinea se instaló en Nezahualcóyotl, un municipio que registra 26 feminicidios desde 2015 al día de hoy. 

En ese contexto, crió a sus cinco hijas e hijos. Desde pequeña, Mariana, la tercera, supo que quería estudiar Derecho. Entró a la Universidad Nacional Autónoma de México, en la capital del país, y en 2006, cuando llegó el momento de hacer sus prácticas profesionales, la enviaron de regreso al Estado de México, esta vez a Chimalhuacán. Este municipio se encuentra en un territorio habitado desde épocas prehispánicas por el pueblo Chichimeca, que, tras la colonización, mantuvo un porcentaje mayoritario de población indígena. 

Cuando en 1952 se secó por completo el lago de Texcoco, la agricultura se vio fuertemente afectada y la población tuvo que buscar trabajo en la Ciudad de México. Actualmente, el 52.3% de la población de Chimalhuacán vive en pobreza moderada y el 9.17% en situación de pobreza extrema. Chimalhuacán —también con Alerta de Género— es un entramado irregular de callejones donde viven poco más de 700 mil personas y que tiene un registro de 28 feminicidios en los últimos seis años. Ahí, Mariana conoció y se enamoró de Julio César Hérnandez Ballina, un policía ministerial que acabaría por matarla. 

El femicidio disfrazado por la justicia de «suicidio»

Se casaron en 2008 y, después de 18 meses de violencia física, psicológica, económica y sexual, Julio César llamó a Irinea para decirle que su hija se había suicidado. “¡Ya la mataste, hijo de la chingada!”, respondió Irinea del otro lado del teléfono. El policía la había amenazado en dos ocasiones con matar a Mariana. Desde el inicio, ella sabía que se trataba de un feminicidio; sin embargo, la entonces Procuraduría General de Justicia del Estado de México determinó que se trataba de un suicidio y cerró el caso. 

Así empezó la lucha de Irinea por convencer a veinte ministerios públicos, tres fiscales y tres procuradores estatales de que no había sido un suicidio y encontrar justicia. Tras años de enfrentarse a autoridades indolentes que la revictimizaban, y acompañada por el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, en 2015 la Suprema Corte de Justicia de la Nación emitió una sentencia histórica: ordenó reabrir el caso e investigarlo como feminicidio. 

Este fallo es emblemático porque propició que la Corte emitiera directrices específicas para la investigación de muertes violentas de mujeres. Normalmente, los nombres de las personas involucradas son borrados para su protección, pero Irinea solicitó que permanecieran públicos, como una forma de reparación para su hija. A través de su sentencia, la memoria de Mariana Lima Buendía, podría convertirse en un referente de lucha contra la violencia contra la mujer.

La lucha continúa

En 2016, Julio César fue aprehendido, pero casi cinco años después, tras el cambio de ocho jueces, sigue sin haber una sentencia. En todo el proceso, Irinea y su familia han recibido amenazas y agresiones. Tuvieron que acceder a un programa de protección de la Secretaría de Gobernación y dejar su casa en Nezahualcóyotl para instalarse en la Ciudad de México. Su búsqueda de justicia no ha terminado. 

Aún después de una sentencia condenatoria, Irinea quiere seguir su lucha, acompañando a otras mujeres, madres a las que también les arrebataron sus hijas, que buscan justicia. Acaba de terminar sus estudios de preparatoria y quiere estudiar Derecho. Si bien perder a su hija ha sido sumamente doloroso, encuentra consuelo en la sentencia que lleva su nombre. Aunque le arrebataron sus sueños de litigar, Irinea piensa que, a través de la sentencia, Mariana sigue litigando. 


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