Nicaragua y coronavirus: cómo es vivir en el único país que no cerró las fronteras

Relato desde el país que limita al norte con Honduras y al sur con Costa Rica. Allí las clases nunca fueron suspendidas, las personas salen a trabajar. Las cifras oficiales dicen que hay 16 casos positivos y de ellos 5 muertos. Pero los médicos bajo anonimato aseguran que hay muchos más casos y el Ministerio de Salud lleva 5 días sin dar ningún informe público sobre el estado de los casos.


A pasos acelerados, camino por un callejón vacío donde solían vender artesanías. Hoy, no quedan más que los tramos cerrados por algunos negociantes que han decidido abandonar el mercado de Masaya, a más de 20 km. de Managua, capital de Nicaragua. Llego a mi destino y compro un ramo de flores, de esas blancas que usualmente las usan para decorar una tumba. Pero yo las uso para mí, para hacer fotos, para el florero de la casa y del de la Virgen. Ahí justo en el tope de ese callejón, escucho a un joven decirle a otro:

—¿Está palmado esto verdad?

—Sí hombre -le responde.

Entonces, se oye una voz fuerte que dice “el coronavirus ha matado a más gente que la segunda guerra mundial”. Es el señor que está sentado en una esquina vendiendo cadenas de acero. A menos de 100 metros, en el parqueo, hay un taxista oyendo en la radio una viñeta sobre cómo protegerse del coronavirus.

Sigo caminando hacia la parada de buses.

—¡Tomate, Cebolla, Chiltoma!

—¡Mascarillas, mascarillas a 10! ¡A 10 pesos las mascarillaaaas!

Así se escucha a las vendedoras ambulante que recorren el mercado de la ciudad que queda 26 km al sur de la capital. En mi país, sólo se han registrado 16 casos positivos de Covid- 19, según los informes oficiales del actual gobierno de Daniel Ortega, convirtiéndose supuestamente en el país de centroamérica con menos casos y el que ocupa el décimo quinto lugar a nivel mundial de acuerdo a las estadísticas de la Universidad de Jhon Hopkins.

Violación a los derechos humanos

La violación a los derechos humanos, la impunidad, los presos políticos, la falta de respeto a la libertad de prensa es algo cotidiano que cargamos desde hace más de 2 años, luego de las protestas abril de 2018 contra la reforma de sistema al seguro social, que terminaron en represión y la muerte de 300 ciudadanos.

Organismos internacionales, como Amnistía Internacional, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y Human Rights Watch dicen que en estos momentos nuestra salud está en riesgo ya que somos el único país del mundo que no cerró las fronteras, las clases en los colegios públicos no fueron suspendidas y el gobierno promueve actividades masivas.

El coronavirus está en todas partes

El mundo pareciera estar en pausa. Sin embargo, en Nicaragua, la historia otra. A pesar de ser una situación alarmante, las personas que viven del día a día, que tienen que salir a trabajar para llevar la comida o el dinero a sus casas no han dejado de hacerlo.

—¿Qué va a llevar amor? ¿Qué le damos?

Me encuentro justo en la “rotondita” donde suelen ubicarse varios vendedores con sus tramos. Ahí está doña Yudi, quien ha venido a trabajar ese jueves. Está cortando unas yucas para empacar.

—Yo lo que hago es encomendarme en las manos de Dios -me cuenta, mientras me echa en el saco unos plátanos y tomates.

Los rumores de que alguien conocido tiene coronavirus ya han corrido en todo el país. Los 16 únicos casos que -según el gobierno “todos han sido importados”- es una cifra ficticia para los nicaragüenses. Pues médicos bajo anonimato de los hospitales públicos y privados han dado a conocer en confidencialidad la existencia de más casos positivos.

Un funeral en medio del Covid

Mientras en muchas partes del mundo, algunas personas salen a su balcón a tomar el sol, o echar un par de pasos de baile, hacer yoga, videos en tik tok o simplemente se levantan a pasar la cuarentena encerrados en su casas, Doña Carmencita se pone los zapatitos negros con los que acostumbraba salir a vender cerámica de la que hacen en San juan de Oriente, el pueblito donde habita y que es reconocido por sus obras en barro. Pero esta vez los usará para despedir y encaminar al cementerio a su esposo que ha fallecido por cirrosis.

Dos semanas después, he vuelto a salir de mi “autocuarentena”, esta vez no he ido tan lejos, pero me preguntaba cómo sería un entierro en tiempos de covid. La verdad es que además de una pandemia mundial, en estos momentos nos toca vivir otros asuntos personales.

Una hora antes del funeral, encontré a Doña Carmencita, sentada en un rincón de su casa, rodeada de sus hermanas, y un par de conocidos a quienes les contaba con nostalgia como fue a parar otra vez al hospital con su esposo.

—Llévame y que sea lo que Dios quiera. Esas fueron de las últimas palabras que dijo el “Chele”, y ahora en su ausencia ella las repite con dolor.

Nicaragua y el covid

Mientras los pedazos de zinc de aquella humilde casa en la que habita Doña Carmencita y sus hijas e hijos rechinan con el viento, el reloj marca casi las cuatro y  de la Iglesia empieza a oirse una alabanza.

Ayer te vi,

Te vi llorar

 Pidiéndole a Dios un milagro

 Y tu llorando en tu soledad, en tu soledad

Quita de su blusa negra de duelo su prensador morado y a como puede levanta sus brazos para llevarlo hasta las hebras de su cabello que se pierden en las canas que los años le han dejado. Se levanta con dificultad y se queja del dolor de sus rodillas- “me las siento como pesada¨, dice. Sin embargo, sale de su casa tomada de las manos con una de sus hijas y una nieta, con la frente alto, pero aquellos ojos llorosos son testigos del momento más desgarrador que un ser humano puede vivir.

Eramos solo 4 personas usando mascarilla en medio de otras 100 caminando detrás del ataúd cargado por familiares y amigos. Nos cubría el atardecer, y también la solidaridad. El valor que no le falta a ningún nicaragüense, porque solemos estar ahí, acompañando a los nuestros en medio de todo, sin importar que las medidas sean no vernos, no tocarnos, no abrazarnos, ni acercarnos. 

La propagación es incierta

La mente de aquella mujer que perdió a su marido, no pensaba en el coronavirus, en momentos como ese, en que se necesita de un abrazo, el coronavirus no importa.

La propagación del virus en Nicaragua es incierta, sin datos verdaderos y sin poca conciencia del alto riesgo de incumplir a las medidas ejemplares tomadas en otros países es aun más delicado.

Mientras escribo esta crónica no puedo dejar de pensar cómo el tiempo vuela fuera de estas cuatro paredes sin saber qué va a suceder con mi familia, y con aquellos que no les queda otra que salir a trabajar a los mercados, calles, buses, colegios y hospitales.


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